dijous, 4 de juny del 2015

Miguel Lorente: “La realidad no son las denuncias falsas sino las que no se hacen, la violencia de género verdadera que queda invisible

Cuando Miguel Lorente (Serón, 1967) comenzó a trabajar como forense y a tratar con mujeres que habían sido víctimas de violencia de género y llegaban a él llenas de señales de los golpes que acababan de recibir se dio cuenta de que algo no iba bien. Realizaba estudios doctorales y, un buen día, un catedrático le soltó: “Miguel, no pierdas tiempo en esas tonterías y dedícate al ADN, que tú vales mucho”. Por suerte, no le hizo caso, o no del todo. En abril de 2008, tras dos décadas de carrera académica y profesional, con distintos cargos de responsabilidad en Andalucía, se convirtió en el delegado del Gobierno para la Violencia de Género, un cargo adscrito al entonces Ministerio de Igualdad creado por José Luis Rodríguez Zapatero. Lorente es una de las principales autoridades en materia de violencia de género en el país, un especialista en medicina legal con un discurso muy claro sobre las raíces culturales de este problema social y la necesidad de ir precisamente ahí: a las raíces. Cada año se producen en España, aproximadamente, unos 600.000 casos de violencia de género, de los cuales se denuncian alrededor de 125.000, entre el 20 y el 22%, y son asesinadas una media de entre 60 y 70 mujeres. Lorente matiza: “Es decir, entre 60 y 70 hombres, porque estamos hablando de conductas masculinas, asesinan a sus mujeres cada año”. Y va más allá: “Fijaos la que se organizó cuando un aficionado del Deportivo de la Coruña fue asesinado en el entorno del Vicente Calderón, o cuando hay un homicidio a un joyero, a un taxista… En España matan todos los años a 70 mujeres, 70, más 70, más 70, 70, 70… ¿y dónde está la revolución?”. “En España matan todos los años a 70 mujeres, 70, más 70, más 70, 70, 70… ¿y dónde está la revolución? ” ¿Cómo entender esta realidad? Miguel Lorente visitó Elche el pasado jueves en el marco de la campaña “Por la igualdad y contra la violencia de género”, promovida por Radio Elche, en colaboración con la Asociación de Mujeres Vecinales. Un salón de actos lleno escuchó las claves de este experto, asintiendo por momentos ante lo evidente o sonriendo ante lo que podía sonar disparatado pero que, en el disparate aparente, escondía significados mucho más profundos. “Mi marido me pega lo normal, pero hoy se ha pasado”, le han dicho algunas mujeres a Lorente. Es una frase significativa. “En ella no hay una crítica a la esencia, al hecho violento, se critica la cantidad pero no la violencia en sí. Mientras existan referentes que nos lleven a interpretar esa doble realidad, la de ejercer la violencia por un lado, y la de aceptarla pensando que hay algo que se ha hecho para merecerla, por otro, seguirá habiendo violencia de género. Es algo que está en la cultura, en la identidad masculina y la femenina, si eso no se cambia, difícilmente lo resolveremos”, vaticina. “Mi marido nunca me ha puesto la mano encima, claro que yo no le he dado motivo” Existen unos referentes culturales que, durante siglos, han construido y perpetuado en el imaginario colectivo lo que significa ser hombre y ser mujer, atribuyendo unos roles determinados a unas y a otros. Hablamos del género. La construcción social de la realidad y de identidades en función de una característica biológica: el sexo. La desigualdad, por tanto, se asienta sobre la base misma de nuestra cultura y, como señala Lorente, “es algo que está muy interiorizado”. “La desigualdad es una estructura social de convivencia, de organización social basada en la jerarquización, en la asunción de que hay determinadas referencias que conceden a unas personas más valor que a otras. Ser hombre, blanco, heterosexual, de un estatus social alto, casado, con hijos, son factores que en nuestra sociedad otorgan reconocimiento”, apunta. “Mientras existan referentes que nos lleven a interpretar esa doble realidad, la de ejercer la violencia y la de aceptarla pensando que hay algo que se ha hecho para merecerla seguirá habiendo violencia de género ” Una sociedad construida en torno a lo masculino que relega a las mujeres a un segundo plano. A este sistema social también se le conoce como patriarcado. “Lo masculino se vincula con lo universal”, sostiene Lorente. “Son los hombres los que juzgan lo que está bien y lo que está mal, la posición de las mujeres es siempre inferior, lo femenino se vincula con el cuidado, con el ámbito de lo doméstico que, además, suele estar controlado por un hombre: el padre, la pareja, un hermano mayor…”, añade. Así, según la identidad masculina patriarcal, a los hombres les corresponden los roles de protección y sustento, son los encargados de mantener a sus familias, mientras que de ellas se espera que sean madres y cuiden de su hogar. “Al final se va desarrollando una idea de posesión: esto es mío porque yo lo protejo y mantengo, por tanto me pertenece”, resalta. Mientras, en las mujeres, se interioriza el concepto de sumisión: “ yo pertenezco a este hombre que me cuida y me mantiene”. “En la identidad femenina patriarcal se interioriza el concepto de sumisión: yo pertenezco a este hombre que me cuida y me mantiene ” Para Lorente, esta construcción social explica que los hombres entiendan que tienen la función y la prerrogativa de resolver los conflictos, y la forma de hacerlo, generalmente, es utilizando su posición de ventaja, el poder. “Muchos maltratadores en el despacho forense te dicen que sí, que han pegado a su mujer, pero es que ella se empeñaba en llevarles la contraria. La simple disparidad de opinión es para ellos un ataque porque su posición se toma como referente, ellos perciben que les llevan la contraria y se justifican en el uso de la violencia. La violencia, en estos casos, refuerza el mandato cultural: una persona no encaja en lo que se espera de ella y hay una corrección para recuperar el orden”. La cultura patriarcal ha normalizado determinados comportamientos o ideas. Muchas veces, nos convertimos en transmisores de esa misma cultura de manera inconsciente. Hace un tiempo, al acabar una conferencia en un pueblo, cuenta Lorente que se le acercó una mujer y tras intercambiar unas palabras le dijo: “No se vaya a pensar usted que yo he venido a escucharle porque mi marido me pega. A mí mi marido no me ha puesto nunca una mano encima, claro que yo nunca le he dado motivo”. “Aquí se ve claramente toda la construcción social de la violencia de género, si tú, mujer, haces lo que se espera de ti yo, hombre, no tengo que utilizar el instrumento –la violencia- para corregirte o castigarte porque estás asumiendo tu rol”, subraya el forense. Roles, por otra parte, que son los mismos independientemente de la clase social, como bien se refleja en el caso del juez decano de Barcelona, un hombre que había maltratado y agredido a su esposa, notaria, y que dijo que él no la había maltratado sino que todo había sido un conflicto familiar. “Este no es solamente un problema de pobres”, espeta Lorente. El posmachismo como reacción y estrategia de confusión Cuando el sistema se tambalea y quienes ocupan las posiciones de privilegio y poder se sienten amenazados surgen resistencias y reacciones que tratan de revertir los cambios. Miguel Lorente habla de “posmachismo” o de “machismo posmachista”. Con este término se refiere a las nuevas estrategias y discursos que se están empleando en los últimos años frente a cuestiones relacionadas con la violencia de género y cuya finalidad es mantener, perpetuar los privilegios y promover cierta confusión y distancia del problema para que, en última instancia, la sociedad no se implique en su solución. “Adaptarse a los cambios para que nada cambie”, resume. Según Lorente, uno de los mensajes clave que se lanzan desde posturas posmachistas es que la violencia de género no es verdad: el discurso de las denuncias falsas. “Sistemáticamente se intenta crear confusión y, además, se hace jugando con una idea muy arraigada que es la de la perversidad de las mujeres: las mujeres son malas. Se reactualiza el mito a través de una circunstancia ficticia”. “Desde el posmachismo se emplea la estrategia de las denuncias falsas para crear confusión y, además, se hace jugando con una idea muy arraigada que es la de la perversidad de las mujeres ” Se trata de mensajes que se popularizan y expanden en las redes sociales –para muestra, el caso Toni Cantó- cuando la realidad cuenta otra historia. Según la Memoria 2014 de la Fiscalía General del Estado, los casos abiertos por posibles denuncias falsas representarían, entre los años 2009 y 2013, un 0,010% del total de denuncias. “La realidad no son las denuncias falsas sino las que no se hacen, la violencia verdadera que queda invisible”, concluye el experto. Si no se ve y, además, no sabemos mirar, va a ser muy complicado acabar con ella. Por otro lado, se da la circunstancia de que la mayoría de los homicidios que se cometen en el mundo los provocan y sufren hombres. “Los hombres matan, mucho, y matan a otros hombres fundamentalmente, pero luego cuestionan solamente la violencia que sufren por parte de las mujeres cuando lo que tendrían que hacer si de verdad quieren acabar con la violencia es cuestionar su propia identidad, que es lo que les lleva a emplear la violencia ante cualquier circunstancia”, argumenta Lorente. “Los hombres matan, mucho, y matan a otros hombres, luego cuestionan la violencia que sufren por parte de las mujeres cuando lo que tendrían que hacer es cuestionar su propia identidad, la masculinidad ” Abordar la violencia en términos globales pasa por el cuestionamiento de la masculinidad, abordar la violencia de género en todas sus manifestaciones, por tener conciencia. Así lo cree el ex delegado de Gobierno Miguel Lorente para quien el gran reto que se nos presenta continúa siendo la detección y la prevención. “No se puede poner todo el peso sobre la mujer, sobre la denuncia, nosotros también tenemos que invertir nuestra dedicación, esfuerzo y conocimiento para que no se minimice, no se justifique”, advierte. “La realidad nunca es un accidente, es el resultado de lo que hagamos o dejemos de hacer. Hoy estamos viendo cosas que dentro de unos años nos parecerán súper machistas pero tenemos que adelantarnos porque el tiempo, en términos de desigualdad y violencia de género, no transcurre en días sino en vidas. Si no hacemos nada, el tiempo nos va a generar una deuda irreparable”.