Cuando alguien miente, persigue siempre algo para sí mismo, o para la consecución de un propósito que por lo general se correlaciona con el ejercicio del poder. No existen mentiras piadosas, por más que algunos se empeñen, sino ocultación de la verdad.
La mentira como manipulación de la realidad, no tiene precio, por el innegable valor de su efectividad, esto es algo que todo el mundo sabe, observen sino la proliferación de insólitas falsedades a medida que se aproximan las fechas electorales, hay muestras evidente de la destreza del engaño que caen por su propio peso después de la consulta popular. En el caso de la violencia sexista el engaño ha sido, es y seguirá siendo el sostén que permite su permanencia, hasta que se consiga erradicar la mentira teatral que da crédito al maltratador.
En España como en el resto del mundo, sin olvidar la universalidad de la práctica habitual de la violencia de género, que infinidad de hombres ejercen sobre las mujeres. Una violencia, enmarcada en el círculo de la manipulación, puede hacer que el depredador utilice su desquite destructivo con sus propios hijos e hijas hasta el extremo de causar a través de un proceso manipulador de los hechos daños irreparables a los menores, en el presente que condiciona además el futuro de sus vidas.
El desquite contra la mujer, puede llegar en no pocas ocasiones, a privar de la vida a los hijos e hijas, con el único fin de consumar una macabra venganza contra la madre.
En la última década, más de cuarenta y cuatro menores de uno y otro sexo, fueron privados de la vida, el verdugo fue su padre. Veintiséis de las víctimas fueron asesinadas durante el régimen de comunicación y visitas con el agresor, y las demás perdieron la existencia junto a su madre a manos del parricida. (Rafael J.Álvarez. El Mundo 2/8/2015)
El horror de estos crímenes no tiene límites, su justificación nunca ha tenido un resquicio en el que apoyarse, la violencia sexista, sin embargo a lo largo de la historia de la humanidad, la barbarie del poder masculino la instaló, la justificó y la defendió a través de todos los medios de dominio a su alcance, incluido el legislativo, para dar entrada desde el inicio de la llamada civilización a un sistema arcaico cargado de mitos, de tópicos y estereotipos, que dieron lugar a la creación artificiosa de un mundo androcéntrico, donde la mujer y los esclavos carecían de identidad propia.
Con el trascurso del tiempo, con los avances de la ciencia y sobre todo con la lucha intermitente de las mujeres; se han conseguido cambiar las cosas, hasta cierto punto, a todas luces insuficientes capaz de revertirse en el momento más propicio, porque los moldes subsisten y siguen permaneciendo los condicionamientos de atribuciones contrapuestas en la organización social.
La igualdad y la palabra equivalencia, no pasan de ser una expectativa más.
La violencia sexista, el machismo exacerbado y cómplice subsisten y alimentan el dominio violento del hombre sobre la mujer.
El último viernes del mes de julio del año en curso, David Oubel, fue detenido en Pontevedra, bajo la acusación de haber matado a sus dos hijas de cuatro y nueve años de edad cuando las niñas pasaban unos días de las vacaciones estivales con él.
Los progenitores de las pequeñas estaban divorciados y como casi siempre la madre no había denunciado sufrir violencia de género. La noticia apunta que el parricida actuó estimulado por el propósito de venganza contra su ex mujer. En esta ocasión, como el 80% de los casos de violencia de género, las mujeres no denuncian, incluso si llega el caso, se separan utilizando el procedimiento del mutuo acuerdo. La razones que impulsan ese comportamiento, además del temor fundado a las represalias está el de la pérdida de identidad de la víctima a causa de la violencia padecida y el convencimiento de que no obtendrá, la justicia que el caso requiere. La víctima se sabe sola, porque lo está, casi siempre. El agresor le ha repetido machaconamente que nadie la va a creer y hasta que se comete el crimen, ese suele ser el parecer de cuantos facilitan información a los reporteros que cubren la macabra noticia, “eran una pareja normal”, “nunca dieron que hablar”, “el padre quería mucho a sus hijas”. Errores de concepto, las apariencias engañan.
Pero lo grave, lo imperdonable, lo intolerable, son los opinadores profesionales, los que mienten con descaro, los que trasmiten la realidad desde sus enraizados prejuicios, son aquellos que estando obligados a saber de qué hablan, engañan a conciencia y con sus palabras inducen a no dar crédito a una violencia, que se ha cobrado en España, desde 1968 (fecha del primer crimen de ETA) diez veces más víctimas mortales que el terrorismo etarra.
El cómico metido a político, Toni Cantó mintió en sus declaraciones (abril de 2013) sirviendo de portavoz a los maltratadores, que son los verdaderos difusores del invento de las denuncias falsas y no tuvo más remedio que pedir perdón al ponerse en evidencia las fuentes de sus falsas afirmaciones. Ciertamente, lo que reclamamos entonces, no era que pidiera perdón, hay acciones imperdonables, lo que exigíamos era la entrega de su acta de diputado.
Pero al parecer el afán de que nada cambie continua, así que el miércoles pasado nos encontramos de nuevo con la siempre reincidente falsedad, esta vez en el tuit de Joaquín Leguina, presunto sedicente socialista y autentico escritor, que se lanzaba en plancha “en España si dices que hay muchas denuncias de violencia de género que son falsas, eres un machista”. Rita Maestre, portavoz del Ayuntamiento de Madrid, le contestó debidamente con los datos de la Fiscalía General de Violencia de Género en los que consta que es el delito con un porcentaje tan ínfimo como el 0,010%, es decir, no hay delito que cuente con menor posibilidad de falsedad.
Pero si lo que se persigue, es difundir la mentira, sobre una cuestión que le cuesta la vida a las mujeres y en no pocas ocasiones a sus hijos; si, solo se trata de desprestigiar el único recurso de las víctimas, que es el de denunciar, buscando el amparo judicial. Les advierto que quien con toda desfachatez miente sobre la veracidad del contenido en la interposición de la denuncias contra los delitos de violencia de género, no solo mienten, son también cómplices en el mantenimiento de una violencia contra la que solo cabe luchar hasta su desaparición. Las mujeres también están comprendidas en los derechos humanos.
Está claro o todavía no, señor Leguina.
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